Más arriba, tras el cristal. Alegría y dolor. Pallina mira a Babi desaparecer con él, finalmente inocente y sincera. Maddalena mira a Step desaparecer con ella, culpable únicamente de no haberla amado y de no habérselo hecho creer nunca. Y en tanto que los dos, frescos de amor, salen a la calle, Maddalena se deja caer sobre un sofá. Se desengaña sola, al igual que, sola, se había engañado. Con un vaso vacío entre las manos y algo más difícil de rellenar dentro. Ella, simple abono de esa planta que a menudo florece sobre la tumba de un amor marchito. Esa rara planta llamada felicidad.
-Soy feliz. Jamás me he sentido tan bien, ¿y tú?
-¿Yo? Estoy de maravilla
-¿Hasta el punto de llegar a tocar el cielo con un dedo?
-No, así no.
-¿Ah, no?
-Mucho más. Al menos tres metros sobre el cielo.

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