Me desperté de un sobresalto y con los ojos abiertos como platos. El nerviosismo inundaba cada centímetro de mi cuerpo. Y es que aquel día empezaba mi primer día de cole y estaba súper nerviosa. No era un primer día cualquiera, no. Yo tenía 16 años y comenzaba una nueva etapa en mi vida que tenía por título “BACHILLERATO”.
Cuando llegué pude ver a un montón de adolescentes con los que tenía varias cosas en común: eran de mi edad, tenían esa mirada cristalina que muestra la incertidumbre del ¿qué pasará? Y, sobre todo, tenían tatuada a fuego en la frente la palabra MIEDO, tras lo cual, puedo decir que pude sentir cierto atisbo de tranquilidad. De acuerdo, no duró mucho -un chute de valeriana hubiese sido más efectivo-.
Han pasado casi dos años desde aquel día en el que estábamos nerviosos y asustados por lo que nos podíamos encontrar, acudimos a la presentación del curso de primero de bachillerato, y estos dos años hemos vivido tantas cosas como para escribir un libro más largo que el Beatus Ille. Hemos tenido experiencias de todo tipo: buenas, malas, peores… pero ahora que las podemos comentar tranquilos, después de una semana que no ha estado nada mal -comparada con un campo de concentración, claro-, todas se ven con buena cara. Aunque ha sido fácil caer en la rutina: madruga, pasar frío para venir a cla,se subir por las escaleras y que nuestra directora te diga que te quites los auriculares, y que tú, obedientemente lo hagas, para cinco escalones más arriba volver a ponértelos…, aunque todos los días parecieran iguales, lo cierto es que no lo eran. Cada día era distinto, tenía algo especial, un comentario, una anécdota, una mirada con esa persona a la que tanto le tiras la caña… que te hace recordarlo con una sonrisa.
Han sido dos años, setecientos trenta días y muchísimas horas de las que me quedan recuerdos maravillosos: el día que fuimos a patinar a Jaca y pude comprobar que hay bastante gente que tiene más tocado que yo el sentido del equilibrio; nuestros 5 minutos de descanso, esperados como agua de mayo, en el que las chicas hacíamos una especie de carrera de obstáculos para ir al baño; las convivencias en Peralta -cada una única e irrepetible, gracias a dos pedazo de profesores y sobre todo, dos bellísimas personas llamadas Wifredo y José Ignacio-; las imitaciones -siempre desde el cariño- que hacíamos de los profesores, ya que cada uno tiene un rasgo particular que le define y le hace especial; los momentos en los que pasábamos por las clases para organizar las distintas campañas solidarias en las que las palabras comunes de todos los profesores eran “¿otra vez?”, entonadas con voz hastiada; cada recreo en los que nos olvidábamos durante 20 minutos de todo, rodeados de nuestros amigos y cuando teníamos que recoger -modalidad nueva en 2º-; la foto de clase -medio de mofa de esa gente que sale con algún gesto extraño y que salen con una cara graciosa-; las confirmaciones; el catecumenado con Wifredo y con el padre Eugenio; las clases con Miguel Ángel, porque cada una tiene un momento, una palabra o un gesto que ha hecho que la biología sea algo divertido; las clases con Emilia, un día en nuestra clase, otro día en el aula de la pizarra digital, ese gran descubrimiento, y otro en el primer piso; las eucaristías con el padre Antonio Bastero y Antonio Alconchel; las clases con Maite en las que además del inglés aprendíamos VIDA; los cuentos de Magdalena, que los días en los que se enfadaba un poco con nosotros le suplicábamos que nos contase la historieta; la paciencia infinita y bondad de Miguel; la marcha de Beto; la filosofía con Carmen, descrita con una claridez espectacular; las clases con Amparo, llenas de piropos y de un aura de bondad por una profesora de paciencia infinita; las mates con Isabel, que las explica de 1000 maneras distintas y siempre con una sonrisa; el agobio sentido con esa palabrita mágica que sonaba unas10 veces al día… ¡¡¡SELECTIVIDAD!!! Y algo que creo que todo el mundo esta pensando: LONDRES. Siete días de convivencia todos juntos, una ciudad preciosa como soporte y recuerdos que siempre permanecerán en nuestra memoria, como el musical o las noches londinenses.
En estos meses, nos han formado cultural y académicamente, pero también, aunque no nos demos cuenta y nos suene a PowerPoint de confirmación, también hemos crecido como personas. Ahora somos más responsables, a pesar de que muchos estarán respondiendo ahora mismo “al iguaaaal”, pero sí que es cierto que ahora tenemos más valores, y nuestras ideas son más claras y maduras.
Hemos estado rodeados de un ambiente, acogedor para unos e insufrible para otros, en el que nos veíamos capaces de conseguir lo que nos propusiéramos, con esfuerzo claro, aunque decir esto justo al acabar los globales… igual provoca que me gane alguna peineta, pero sí que tenemos que reconocer que hemos recibido todo tipo de ayuda y de orientación por parte de muchos profesores, como Eugenio, que aparte de actuar como antidisturbios en los pasillos durante los descansos de cada mañana, también estaba ahí siempre que lo necesitases, para cualquier cosa. Y no solo él, todos los profesores, de una manera u otra, van a ser recordados por nosotros durante algunos años… ¿o quién no se acordara de aquello gracioso que sólo nosotros sabíamos por quñe nos reíamos? ¿Y de esas charlas por Londres con los profesores? ¿y de las pilladas cuando te intentabas cambiar de habitación? Y aunque no tenga mucho que ver… que chica no se va a acordar de algún camarero, y que chico no se va a acordar de las italianas? Cada uno de los profesores, a su manera, ha sido especial con nosotros… ¿Quién no ha tenido miedo cuando Maite le ha sacado a la pizarra? -pese a que alguno incluso haya salido con un espejo para ella, me pregunto quién- ¿A quién no le han parecido curiosas las clases de Miguel Ángel?
Todas estas cosas, todas estas experiencias, alegrías, decepciones, nervios, risas… han marcado una época de nuestra vida. Todas las cosas que nos han enseñado y hemos aprendido, marcaran nuestro futuro, en el que tendremos la oportunidad de mejorar el mundo, tanto a nivel personal como global. Y todas esas personas que hemos conocido, nos marcaran para siempre.
Solo nos queda daros las gracias a todas las familias, que habéis estado apoyándonos, alegrándoos con nuestras victorias y sufriendo mucho por nuestras angustias; a todos los profesores, por educarnos en la escuela, pero sobre todo gracias por enseñarnos como afrontar la vida y ayudarnos a ser personas; y gracias a vosotros, a todos y cada uno, porque me llevo una parte de ustedes, que me ayudo a crecer y a recordarles con una sonrisa.
Y así despedimos este curso: con alegría, porque pasada esa cosa tenebrosa llamada selectividad, llega un verano lleno de oportunidades y de diversión, pero también con tristeza, porque quizá nos separemos de esas personas a las que tanto queremos, aunque seguramente no sea un adiós, tan solo un hasta luego.
Una vez más llega el momento de despedirse, de cerrar una puerta para abrir otra. Es tiempo de crecer, de madurar, de cambiar, pero por mucho que nos alejemos siempre permanecerán en nuestra memoria los recuerdos de estos dos años. Esta es nuestra historia, la historia de nuestras vidas, pero esto es tan solo una breve introducción, la tarea de completarla depende de nosotros. Recordar que lo tenemos TODO en nuestras manos.
Para todos, para siempre, os decimos:
¡¡SED FELICES!!!